Penetración Portuguesa en Asia
25.07.2013 13:45
Donde Portugal se manifestó definitivamente como una potencia marítima, más que terrestre, fue en Asia. Las condiciones políticas que prevalecían en aquel continente cuando empezaron a llegar las primeras flotas portuguesas no fueron propias para una amplia conquista territorial que, por otra parte, hubiera demandado recursos materiales y humanos superiores a los que podía aportar la pequeña nación ibérica. En cambio, los portugueses no tuvieron grandes dificultades para convertirse en verdaderos amos y señores de los mares de Oriente.
Hacia fines del siglo XV existía en el mundo asiático un comercio lucrativo y bien organizado, cuyas rutas marítimas más importantes se prolongaban desde los remotos puertos de China y Japón hasta los del mar Rojo, pasando por los diversos centros de intercambio de las islas del archipiélago Malayo y de las penínsulas de Indochina e Indostán. Paralelamente a la expansión musulmana por los países asiáticos, este comercio había ido cayendo en manos de mercaderes árabes o de gobernantes locales convertidos al Islam. Cuando Vasco de Gama llegó a la India en 1498, el monopolio musulmán imperaba en los puertos principales de la costa Malabar. Calicut, el pequeño reino visitado por esa avanzada portuguesa, vivía, como muchos otros, bajo la influencia de los mercaderes de origen árabe.
Los portugueses se presentaron en Asia como negociantes deseosos de comerciar. Extranjeros que llegaban de un país lejano, tras un viaje en verdad extenuante, fueron vistos con curiosidad y tratados en principio sin hostilidad alguna. No tardaron, sin embargo, en adoptar una actitud francamente desdeñosa y agresiva frente a los pueblos nativos y sus autoridades. Vasco de Gama, al disponerse a regresar de su primera visita, se negó a pagar ciertos derechos por las mercancías adquiridas en el puerto de Calicut, que le fueron exigidos por el gobernante local. Algunos años después, Pedro Álvarez Cabral llegó a bombardear ese mismo puerto como represalia por un motín popular que hubo en su contra y que habían provocado las arbitrariedades de sus propios marinos.
Menudearon luego los actos de piratería y terrorismo, con los que los portugueses trataron de establecer su dominio exclusivo en las aguas oceánicas. Las embarcaciones mercantes que hasta entonces habían cruzado pacíficamente el océano índico se vieron en lo sucesivo en grave riesgo de ser asaltadas y despojadas de su cargamento. Cuando los tripulantes eran musulmanes, los portugueses siguieron la práctica de pasarlos a cuchillo.
Algunos gobernantes locales, principalmente los de Calicut, prepararon en varias ocasiones escuadras que pudieran hacer frente a los impetuosos portugueses; pero, aunque se libraron batallas encarnizadas, como la que tuvo lugar frente a la isla de Diu, en el litoral nor-occidental de la India, no se consiguió el propósito de detener a los agresores extranjeros. La artillería instalada en las naves portuguesas dio a éstas una superioridad definitiva frente a las embarcaciones hindúes, más ligeras que las de sus adversarios pero ineficaces para una ofensiva naval.